Siempre nos ha atraído recorrer los parajes donde la gente no suele parar. Las carreteras secundarias son un buen ejemplo, incómodas para conducir pero llenas de atractivos. Y en la Jacetania hay un abanico amplio si lo que quiere es huir del mundanal ruido.
Aratorés, cuyo desvío nace en la carretera que va desde Castiello de Jaca a Villanúa, es un rincón tranquilo y célebre por ser uno de los mejores miradores hacia la Collarada. Hoy no se lo podemos enseñar, pero creo que ya tenemos cierta credibilidad.
Lo que sí podemos asegurar es que la Peña Oroel, emblema de Jaca, se aprecia a la perfección.
Las nubes se han apoderado de la cordillera pirenaica, pero la previsión augura una clara mejoría.
La próxima parada es en Borau, una villa que sorprende por el tamaño de su iglesia.
Indagamos por sus calles en uno de esos pequeños placeres de la vida.
Los vecinos se colocan a la sombra, huyendo de la canícula estival.
Una estrecha vía nos deposita más tarde en una joya románica de la comarca: la ermita de San Adrián de Sásabe.
Ubicado entre dos barrancos donde descienden dos riachuelos, es un lugar muy húmedo.
Por ello, los trabajos para canalizar el agua son constantes.
Un lugar mágico, cargado de encanto.
Y la última parada es en Aísa.
Una localidad desde la cual la mirada se aleja al macizo de Aspe.
Este año, más blanco que nunca.
Es lo que ofrecen las carreteras secundarias. ¿Se animará la próxima vez?
ROMÁNIC A LA VALL DE BOÍ - B&W ...2024
Hace 2 horas
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