lunes, 24 de septiembre de 2018

LIÉRGANES Y VILLACARRIEDO (Dos joyas de Cantabria)

Salimos de Donostia rumbo al oeste. No, no es un error. Después de toda la vida girando al este, al Pirineo, creemos que ya va siendo hora de mirar para otro lado (en el buen sentido). Porque en todos los rincones podemos aunar tres de nuestras aficiones: cultura, naturaleza y gastronomía. Porque en todos los rincones hay motivos para pasarlo bien. Para descubrir cimas nuevas. Horizontes nuevos. Hacemos la primera parada en Liérganes, una de las joyas de la comunidad autónoma, a dos horas de casa.

Iglesia de San Pedro ad Víncula.

Paseamos con un patrón de norte que está previsto que desaparezca mañana, cuando nos dirijamos a las montañas planeadas.

Salimos a la vera del río, al lado de la diminuta oficina de turismo, donde empieza lo interesante.

Primer plano de las tetas de Liérganes, como así se denominan a los picos de Busampiro o peñas de Rucandio.

Llegamos al puente mayor, la atracción top.

Al otro lado se aprecia la escultura en honor al hombre pez, un ser legendario de la mitología cántabra.

El paisaje es precioso.

Cruzamos por el puente para llegar al casco histórico, muy bien conservado y con unos bellos balcones florales.



Una gozada recorrer cada rincón de la localidad mientras hacemos hambre para comer.

Por la tarde, cuando los claros comienzan a imponerse, nos dirigimos a Villacarriedo y su palacio de Soñanes.


Un palacio, reconvertido en hotel, que representa la construcción barroca de carácter civil más suntuosa de Cantabria.

Rematamos este primer reportaje desde el mirador de la Braguía, donde las nubes aún permanecen agarradas a los cordales fronterizos.


Especialmente en el Castro Valnera, el rey de la zona, el gran objetivo del viaje, el que se lleva todas las miradas brillantes. Continuará...

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